Por Francisco Urrea Pérez
se queda en la estancia como un silencio
vivo
que arrolla la desnudez de la ventana.
Hay un vuelo de sequía en los labios
como una arena florecida en distancia
El sudario exalta el paso aciago
con su rostro de marchito rumbo
Solo abriga la voz queda de la mano
acaricia con su piel la despedida
y el sentir de un beso transido
en la última tibiez del alma.
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