Por
francisco Urrea Pérez

He regodeado
por varias vidas destejidas en el fuego de la libertad y me he desangrado al
lado del frío implacable de la complacencia.
He
corrido el filo de la distancia por el tonel de caminos con la alegría de
sentir la plenitud.
Puedo contarlo
con el ojo fiero y voraz del escribiente obituario.

Cuando muera, no sabré nada más de mí; y entonces, mis pasos se unirán a nuevo destino como un bardo que le canta a su propia huella.
Mientras
tanto, voy cantando mi mirada y maravillando la piel con la elocuencia del
tacto.
La estancia
existencial es un estado de errancia.
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