¿Cuál es la flaqueza de lo humano?
A decir desde lo profano de la ciencia, como que eso no
importa. Se existe, así no se tenga conciencia del vivir. Son tantas las circunstancias que implican al humano,
que lo hacen descuidar su interioridad.
En busca y uso de esa libertad se enmarca dentro de
estereotipos que dan sentido de vida material y por tanto hacen sensación de
plenitud momentánea, mientras va en camino una nueva necesidad y así sucesivamente hasta el fin de sus días.
Correr a descorrer esa libertad bajo el imperante obligado de la plenitud.
Así no tenemos necesidad de dar una ojeada hacia el adentro.
¿Y esa sensación de vacío existencial cuando estamos a solas con nosotros
mismos? ¿No podríamos, en vez de maldecir la soledad, abrazar a nuestra alma y
darle un paseo por la frescura del silencio amigo?
¿La máscara sin máscara? Mi rostro en el espejo de mi alma o
mi alma en el destello de mí mirada.
Hay un miedo a la muerte y hay un miedo a la vida.
Esa balanza de temor tratamos de ignorarla viviendo
indiferentes a las realidades, con máscaras autómatas, fugases, sin sentido de
ser.
Tenemos pavor a anónimos, y somos anónimos para sí.
Entonces, podemos sentirnos miserables y somos miserables.
Esa miseria afectiva y circunstancial, no porque el otro no
esté en mí, sino porque yo no estoy en mí, ni en el otro, sino en un pasar por la existencia al garete.


Queremos mostrar en el
entorno y en sociedad que nosotros también somos capaces de brillar. Y cuando
nuestro actuar es ignorado, nos sentimos miserables. Entonces, no queda más que volvemos a la dependencia servil.
Si no queda más que ser servil para sobreaguar, queda
siempre un espacio para sí, que debemos encontrar y disfrutar.
En el ambiente no hay humanidad y menos de la de mí. Soy parte
de una muchedumbre que no es parte de mí.
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